La relación que se entabla entre la conciencia y la vida exterior está
enmarcada, desde su mismo origen, por las características propias de esa
novedosa forma de vida que es la humana. Para lograr una comprensión más
acabada y profunda, podemos pensar ese proceso desde dos dimensiones que se
complementan:
Según la investigación filogenética, es decir, desde la aparición del género homo, se entabla una dialéctica por la cual se va
condicionando mutuamente la configuración de la vida comunitaria, la cultura y
su reflejo en la subjetividad primigenia. Cada una de ellas se desarrolla de
modo acompasado, construyendo dos caras de un mismo
proceso. La subjetividad es el modo individual por el cual cada miembro de la
comunidad originaria configura su conciencia, que crece colectivamente en su
proyecto de dominar el mundo circundante.
Este es el resultado del trabajo social de todos.
Ontogenéticamente, es decir observando la maduración de un bebé en
su relación con su madre, primero; con el entorno familiar, después; por último, su incorporación al medio social,
muestra un proceso similar. En ambos casos, se evidencia la estrecha relación
entre el modo de ser de la subjetividad de cada persona y el del medio
cultural.
La doctora Cucco, cuyo trabajo venimos leyendo, traslada ese planteo a
un escenario determinado: la sociedad capitalista. Esto nos permite acercarnos
al modo específico en que se ha ido estructurando la subjetividad posmoderna:
Ahora bien, para ocuparnos de la
transformación de nuestra propia subjetividad en juego, será necesario
determinar el proceso que genera una realidad e individuos afines a ella, aptos
para reproducir un orden dado. Será preciso relacionar una formación
económico-social [un modelo cultural] con el devenir subjetivo. Será necesario
entender cómo se "fabrican el hombre y la mujer capitalistas". Será imperioso
identificar nuestros comportamientos para no luchar por la autonomía, a la vez
que en nuestra vida cotidiana reproducimos los de dependencia. Será de gran utilidad comprender
el papel de las formaciones sociales imaginarias dentro de la institución de la
sociedad: no sólo se trata de un modo de producción económica, sino de un modo
de producción social.
En las sociedades tradicionales, los mecanismos específicos y las
identificaciones estaban en la superficie de los procesos sociales, por lo cual
analizarlos era una tarea relativamente sencilla. En cambio, la complejidad de
la sociedad moderna, potenciada por la aparición de su modo industrial
capitalista, obliga a la utilización de instrumentos conceptuales mucho más
finos y precisos. De allí que el lenguaje de nuestra investigadora se torne un
tanto inaccesible: subraya y acentúa lo adelantado en el párrafo anterior.
Señala la necesidad de deconstruir el mecanismo por el cual se
"fabrica el hombre y la mujer capitalista". Y en este avance del análisis,
advierte la necesidad de evitar caer en la trampa de pensar la subjetividad y las relaciones sociales como fenómenos autónomos, aunque se los
califique como relacionados. En este juego, la autora denomina formaciones imaginarias sociales a los
modos por los cuales la subjetividad asume como propio lo recibido del medio
social, aunque no sea totalmente consciente de ello. La subjetividad
resultante, pensada de esta manera, es siempre derivación de las relaciones
dentro de un marco cultural; por lo tanto, su autonomía es, en gran parte, una
forma engañosa de ignorar la dependencia.
Lo expresa con estas palabras:
Por el contrario, no hay personas o
cosas a las que se agreguen cualidades por estar en el sistema capitalista,
sino que la relación capitalista es la condición de estar mediada por personas
y cosas capitalistas. Así, la conciencia mitificada de las personas
capitalistas es una condición del funcionamiento de una economía capitalista.
Si los cambios político-sociales no caminan junto a la liberación de la psiquis
del individuo, si se apuesta por lo social negando la subjetividad, toda
construcción va a ser autoritaria.
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