En una entrevista
que le realizó Julia Goldenberg al profesor François Jost[1] (1949), de la Sorbonne
Nouvelle-Paris III, éste sostiene que «la televisión sigue siendo un discurso
potente y con plena vigencia». Constituye un dispositivo que debe ser analizado
detenidamente, ya que es el vehículo mediante el cual se afirma la banalidad de
la televisión. Esta habla de sus más profundas aspiraciones, de su lógica y de
su función social. Nos encontramos ahora ante una mirada diferente pero
convergente con lo que estamos estudiando. Veamos cómo lo plantea:
Yo no hablo en mi libro
sobre lo banal, sino sobre el culto de lo
banal. Es decir, sobre el hecho de que a lo largo del siglo XX se ha
reivindicado lo banal. Cuando digo que se ha “banalizado lo banal” me remito al
inicio del siglo XX, cuando Marcel Duchamp comenzó a exponer objetos triviales
en un museo, como por ejemplo un mingitorio al que llamó Fuente. Esto, con el
objetivo de enfrentarse a una concepción del arte y de los artistas inscriptos
en instituciones rígidas. Luego establezco una serie con obras de Andy Warhol,
quien filmó gente durmiendo y comiendo para romper con una concepción de la
alta cultura y para valorizar lo “ordinario-ordinario”, es decir, el
espectáculo más banal.
Nos advierte sobre
la transformación de lo que comenzó como una protesta, y hoy se ha convertido
en un valor cultural, en el modo dominante de la programación televisiva. Por
ello, subraya que todos estos artistas promovieron el culto de lo banal, como
una protesta para rebelarse contra concepciones tradicionales y conservadoras:
el museo, el genio artístico, el gran arte, etc. Es decir, todo eso fue pensado
desde una intención provocadora y corrosiva. Hoy la televisión le da un lugar
central a la banalidad, pero sin ningún tipo de objetivo y lo banal se
justifica a sí mismo. Es decir, parece que la gente tiene derecho de mostrar lo
más trivial, pero sin ningún tipo de objetivo contestatario, revolucionario o
provocador. Esto no lleva a derribar valores o discursos conservadores; los
esquiva, no los enfrenta:
Bueno, lo que intento
demostrar, justamente en el capítulo sobre Warhol, es que la separación entre
“la alta cultura” y “la cultura popular” se ha borrado. Para Warhol, los medios
de comunicación también son una forma artística. Creo que si pensamos en la
televisión como una continuación en la línea de Warhol o del Pop art, se puede
admitir que en el fondo la televisión es hija del arte contemporáneo y es
heredera del arte del siglo XX. Si Warhol filmaba a un hombre durmiendo durante
seis horas no podemos sorprendernos cuando vemos en Gran Hermano exactamente lo
mismo.
Consultado sobre
dónde colocaría el comienzo de este proceso, afirma:
Lo cierto es que en Francia
teníamos una televisión enteramente pública, no existía la televisión privada.
Desde el momento en que la televisión se privatizó, todas las cadenas
televisivas intentaron seducir al público, buscaban darle un lugar protagónico.
El espectador era el protagonista. En los años ’90 comenzó esta dinámica,
cuando se pusieron de moda los reality shows, que en Francia los llamamos
“telerrealidad”. Antes, la televisión estaba ligada al poder, a la alta cultura
y a ciertos sectores. Luego, la televisión, con una estrategia populista y no
popular, ubicó al individuo como protagonista de la escena televisiva. Incluso
hubo un programa en los ‘90 que se llamaba Salgo
en la tele. Es decir, salir en la tele se convirtió en el objetivo
fundamental.
[1] Investigador incansable, analiza la televisión como dispositivo
fundamental para la comprensión de la sociedad contemporánea. Además, es
director del Laboratorio de Comunicación Información y Medios, responsable del
Centro de Estudios sobre las Imágenes y los Sonidos Mediáticos (Ceisme) y
director de la revista Télévision
(editorial CNRS). Su último libro es El
Culto de lo Banal, en el cual marca un trazado teórico e histórico que va
desde las revolucionarias obras de Marcel Duchamp, pasando por Andy Warhol,
hasta las producciones televisivas como los reality
shows.
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