Partiendo de esta
frase del Ministro de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni[1] voy
a abordar el tema de la inseguridad social
y proponer un análisis que contemple las diferentes facetas del tema, lo que
nos impondrá diversas ópticas que nos ayuden a comprender mejor, y con mayor
claridad todas las perspectivas que presenta. Ya el enunciado del título contiene una afirmación fuerte expuesta a
contrapelo de las ideas del sentido común dominante. Nos está señalando un
primer problema. Además no lo plantea ofreciendo una opinión personal, sino
como el resultado de una investigación desarrollada por el equipo del Instituto
de Investigaciones de la Corte Suprema de la Nación.
Para encuadrar este
trabajo me parece necesario formular alguna definición aceptable sobre la
inseguridad social: es aquella sensación que nos hace considerar expuestos o
indefensos ante el peligro generado por robos, hurtos, asesinatos, violaciones,
etc. Una tarea necesaria será diferenciar como causas los hechos delictivos y
el relato de estos hechos. En el relato
de los hechos, podemos distinguir que no siempre las fuentes son fidedignas, ni
confiables. No debe escaparse, entonces, en este análisis esas dos dimensiones:
1.- es innegable la existencia de una realidad objetiva; 2.- el hombre es un
testigo y un generador de impresiones y expresiones subjetivas, a partir de las
cuales expresa su versión según su propia concepción de la realidad o sus
propios intereses. Distinguir entre la realidad objetiva y la registración
subjetiva no es una tarea sencilla, pero no debe ser dejada de lado.
Agreguemos un poco
de historia para iluminar mejor el cuadro que se nos presenta. Debemos
distinguir la inseguridad de la vida primitiva en un marco natural con la
presencia de depredadores. La especie humana encontró una solución a su
desprotección y vulnerabilidad personal viviendo en comunidades, con lo cual
suplió su impotencia física con la ayuda mutua, fenómeno demostrado por la
investigación científica. La herencia animal ha dotado a las especies vivientes
de una capacidad de alerta para el logro de su supervivencia, capacidad
heredada por los primeros hombres y permanente hasta hoy como modo de
protección.
Por lo tanto, las
sensaciones de seguridad e inseguridad son propias de todo ser humano, estamos estructurados
por ellas y son las que nos ayudan a tomar decisiones: movernos o a quedarnos
quietos, comenzar un proyecto o no. Sin embargo el hombre anhela la seguridad,
ya que cuando se siente inseguro no actúa, y llega a paralizarse.
Debemos destacar un
punto de la historia que produjo una revolución en la estructura social, al
tiempo que desorganizaba las formas anteriores, tradicionales: la Revolución industrial del siglo XVIII.
Los grandes cambios sociales, consecuencia de los cambios técnicos en los
métodos de producción, generaron aglomeraciones urbanas nuevas, migraciones del
campo a la ciudad. La sociedad comenzó a dividirse en clases sociales, estratos
que diferencian y/o encasillan, incluyen y excluyen. Justamente la miseria
extrema que allí comienza, desconocida en las poblaciones rurales, es un factor
clave a la hora de hablar de inseguridad. Una parte nada despreciable de los
delitos, de acuerdo a investigaciones serias, se producen como consecuencia de
carencias generales, educativas, sanitarias. La necesidad desesperada por
saciar esas carencias conducen a delinquir y muchas veces a la violencia.
Debemos
preguntarnos cómo se va hoy formando en el ciudadano
de a pie la sensación de inseguridad. Esto se desprende en los datos que
ofrecen investigaciones internacionales comparadas que muestran que la relación
entre los índices reales de inseguridad y el registro subjetivo que de ellos
hace el público no mantiene una correlación directa: países con índice más
altos muestran un percepción muy baja, y se puede presentar lo contrario. Una
investigación publicada en el blog www.taringa.net/posts/info
se afirma:
Existen
dos formas de caer en la sensación de inseguridad. Por un lado tenemos a aquellos
que interpretan los hechos y legan esta interpretación convirtiéndola en relato
(por el hecho mismo de relatarlo o con el fin de informarnos) y una segunda
interpretación, que entra en juego solo cuando somos protagonistas de un hecho
de inseguridad, cuando podemos apreciarlo de cerca. Generalmente los medios de
comunicación, que teóricamente tienen la finalidad de mantenernos informados
sobre los hechos que ocurren dentro del territorio argentino y en el mundo (por
el simple hecho de que el ciudadano no es un ser omnipresente), buscan
establecer verdades, aquellos discursos que se ajustan a sus intereses
económicos y/o empresariales.
[1] Eugenio Raúl Zaffaroni (1940) - Se graduó de abogado y escribano en la
Universidad de Buenos Aires (1962) revalidado por la Universidad Nacional de
Asunción (Paraguay, 2003) y es Doctor en Ciencia Jurídicas y Sociales por la
Universidad del Litoral (1964). Es profesor titular y Director del Departamento
de Derecho Penal y Criminología de la Facultad de Derecho de la Universidad de
Buenos Aires. Fue becario de la OEA en México y de la Max Planck Stiftung en
Alemania. Con posterioridad fue Director General del Instituto Latinoamericano
de prevención del delito de las Naciones Unidas (ILANUD), San José, Costa Rica.
Doctor “honoris causa” por varias universidades internacionales.
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