La síntesis puede
ser expresada, parafraseando el proverbio chino: «una imagen vale más que mil
palabras… un testimonio “televisivo” vale más que todos los razonamientos
posibles». La televisión ha logrado una revolución epistemológica, ha
derrumbado los criterios que fundamentaban la verdad; hoy se construye y se
fundamenta en el set televisivo:
Lo cierto es que desde los
años ‘90 el régimen de creencia y de verdad ha cambiado la historia, la
sociología, la psicología, nos había advertido que hay que desconfiar de los
testimonios. La televisión hizo el procedimiento contrario, puso en primer
plano al individuo como criterio de verdad. Es decir, un testimonio no puede
ser cuestionado y resulta muchas veces más verdadero que cualquier ley. Es
decir, los testimonios individuales tienen un carácter único y auténtico. Esto
produjo un gran desplazamiento de paradigma para la realidad y para la verdad,
porque durante mucho tiempo la verdad se conoció por las estadísticas y
procedimientos generales, mientras que ahora el testimonio de un individuo
puede tener más peso que cualquier encuesta.
Apareciendo
lentamente desde los comienzos del siglo XX, el mundo de la imagen fue
replanteándose a sí mismo en un proceso indetenible que encontró en la
televisión una meta necesaria para proponer lo nuevo: la verdad está en la pantalla de la televisión:
Cuando una cadena televisiva
afirma que un testimonio es auténtico se apela a cualquier persona para que
brinde su testimonio. Se toman casos particulares para dar testimonio sobre
temas de interés general, por ejemplo, del desempleo. Por lo tanto, en el fondo
tampoco importa el individuo en particular, sino que su palabra representa en
mejor medida al común de las personas que las estadísticas. Entonces se
producen aberraciones tales como “el desempleo es brutal en nuestro país”
solamente porque se trasmite en la televisión el testimonio de una persona
diciendo que no tiene trabajo. Supongo que en Argentina también tienen esos
testimonios que consisten en interpelar a cualquiera en la calle para saber
“qué piensa la gente” sobre lo que dijo tal o cual ministro. Estos testimonios
proceden de una forma directa buscando cierta identificación inmediata en el
espectador porque apelan a lo sentimental.
La investigación
desarrollada por el profesor François Jost muestra las transformaciones de la
sociedad del espectáculo y el papel central de la televisión en las
modificaciones que va sufriendo la conciencia colectiva de este tipo de
sociedad:
Lo cierto es que desde hace
veinte años aproximadamente la televisión, gracias al reality-show, pretende
tener un lugar que ya no es de mediador sino de actor. Había muchas emisiones,
en especial en los años ’90, donde una persona que había desaparecido era
buscada por los medios televisivos. Lo que se sobreentiende es que la policía y
el gobierno fueron incapaces de hacer su trabajo, entonces la televisión va a
hacerlo. Tuvimos un programa llamado Testigo
número 1 que pretendía darles voz a las personas que habían quedado
disconformes frente a determinados fallos judiciales. Estas personas
consideraban que el procedimiento había sido injusto, entonces la televisión,
desde un lugar “comprensivo”, otorgaba la palabra a estos testimonios. La
televisión entonces tiene un discurso que señala que los políticos son
incapaces de hacer correctamente su trabajo, de modo que la televisión es el
recurso directo para la expresión ciudadana. Este procedimiento es
absolutamente populista, porque sostiene la idea de que la política no sirve
para nada.
Si se han entendido los pasos propuestos para
pensar el oficio del señor Durán Barba, podemos sacar algunas conclusiones.
Este minúsculo investigador usufructúa, con alguna habilidad, el marco cultural
que se ha ido estructurando a lo largo de las últimas décadas. Es un alumno
medio de los postulados básicos del marketing
político: convertir la política en
mercancía y venderla con las mismas técnicas con las cuales se vende todo.
Si todo es mercancía, todo es vendible mediante técnicas de valor universal,
desde un chupetín hasta la imagen de un candidato (Recordemos el
“Alika-alikate, votame-votate” y tendremos una muestra de lo efímero de esas
técnicas, pero no menos eficaces en un momento preciso).
Intentando una explicación de sus sesudos
análisis, escribió una nota en el diario Perfil
(16-11-2013), en la cual habla de sus investigaciones:
En La personalidad Autoritaria, Theodor Adorno trató de comprender por
qué los alemanes eligieron y apoyaron masivamente a Hitler. Cuando lo leí,
estudiaba en la Fundación Bariloche, se imponía un modelo autoritario en
Argentina y los 27 de febrero compartía el nerviosismo de quienes pertenecíamos
a una institución vinculada a la comunidad cuando los nazis de la ciudad
celebraban el aniversario de la toma del Bundestag. De allí nacieron mi pasión
por estudiar el autoritarismo, la admiración por Primo Levi, Hannah Arendt y
una sección con más de dos centenares de libros en mi biblioteca.
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