El peso de los
medios de comunicación sobre la conciencia colectiva no es un tema novedoso,
sobre el cual se ha escrito una abundante cantidad de publicaciones[1].
De toda esa bibliografía, notas periodísticas, etc., se puede extraer buena
información acerca de cómo funciona el mundo informático. Es bueno aclarar que
un noticiero, radial o televisivo, o un medio grafico de gran aceptación, pone
una especial atención en aquello que mayor repercusión tiene en el público al
que se dirige. Siendo una empresa comercial, como ya nos advirtió un
investigador de la talla de Umberto Eco[2] (1932),
en un libro muy leído en su momento, Apocalípticos e integrados (1965), que demostró,
como primera hipótesis de su investigación sobre los grandes medios: son en
primer lugar una “empresa comercial”. De esta definición se desprende el objetivo
fundamental: la obtención del lucro y esto se logra conservando como anunciantes
a compañías importantes que publicitan sus productos en los espacios reservados
que esos medios poderosos presentan.
Por lo tanto,
siendo esto una regla básica, se puede entender que la información es la
mercancía que se ofrece en ese mercado, por tal razón debe ser tratada de acuerdo
a las normas imperantes: atraer la atención de su público. Todos los medios de
comunicación están reglados por estos principios. El modo de presentar la
calidad, el formato, la cantidad de veces su producto, presentando cierto tipo
de noticias con regularidad, educa, moldea al lector, a la audiencia o a la
teleplatea generando formas de entender
la realidad, equivale a decir: construirla. La ciencia de la comunicación
ha denominado a este modo de comunicar: mediatización.
Se entiende por ello la transformación a que se someten los hechos al pasar por el cedazo de los medios. Detectar cuáles temas
generan mayor impacto impone abundar sobre ellos: un ejemplo claro es la
chismografía de la farándula, entre otros.
La relación que se
entabla entre productor y consumidor de la información va promoviendo una
espiralización, casi adictiva, por la cual cuanto más se ofrece más se demanda.
Si hacemos un ejercicio comparativo sobre el tipo de información de los programas
sobre chismes del espectáculo de
décadas atrás y los actuales comprobaremos que hoy hay una mayor cantidad y van
compitiendo en las minuciosidades que se ofrecen sobre las vidas privadas de la
gente de ese mundo; tendremos así una idea más clara de lo afirmado. El
resultado es la construcción de lo que se denomina el interés general del público que no es más que el resultado del acondicionamiento de sus gustos
y preferencias. Dentro de este proceso temas como el de la inseguridad ha adquirido
una mayor relevancia. Como ya quedó dicho: no se inventan los hechos
informados, lo que los convierte en la sensación de inseguridad, es el
tratamiento que de ella se hace: los modos de presentarlos y repetirlos a lo
largo del día.
Por esta razón
quien consume un medio de comunicación determinado se apega a la interpretación
que éste genera en él, convirtiéndose el medio en el que satisface su necesidad
de saber qué es lo que está pasando.
Los medios concentrados han ocupado el centro de la escena, produciendo una
suerte de afición a cierto tipo de informaciones, ellos alimentan la necesidad
que pareciera natural en el ciudadano de
a pie de mantenerse informados y lo hacen cotidianamente, convirtiéndose en
dependiente de esa información, que muchas veces no es de fiar. Se puede
parafrasear un viejo refrán: “Dime quien te informa y te diré cómo piensas”.
No es difícil de
comprender que de este modo el medio genera climas psicosociales. Necesita de
los mismos para lograr el apego de un público que cree lo que el medio afirma.
En una sociedad de masas (tema también muy estudiado cuyo origen puede
colocarse en el siglo XVIII con su Revolución industrial) el ciudadano de a pie carente de un
pensamiento crítico repite la información del medio. Son formas de hábitos adquiridos
por seres que no están en condiciones de deconstruir y construir nuevamente la
información para comprenderla críticamente. Décadas atrás se decía que si
estrujábamos un diario como Crónica
chorreaba sangre. Mientras los llamados “medios serios” adoptaban una actitud
más prudente. Hoy el estilo crónica ha colonizado la información pública.
[1] Sugiero para mayor detalle la lectura de un trabajo mío publicado en
www.reflexion-politica.com.ar, titulado El
control de la opinión pública.
[2] Es un escritor y filósofo italiano, experto en semiótica. Se doctoró
en Filosofía y Letras en la Universidad de Turín, fue Profesor en las
universidades de Turín y Florencia y de Milán, Profesor de Comunicación Visual
en la de Florencia, ocupa la cátedra de Semiótica en la Universidad de Bolonia.
En febrero de 2001 creó la Escuela Superior de Estudios Humanísticos,
iniciativa académica solo para licenciados de alto nivel destinada a difundir
la cultura universal.
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