La lectura de las notas anteriores, más las reveladoras
palabras de Benegas Lynch (h), nos habilitan a intentar la respuesta que
requiere el título de estas páginas. Lo sorprendente es que ese secreto
ocultado (no oculto, sino no mostrado) por ciertos debates, en cuanto se presta
un mínimo de atención está a la vista de todos: la oposición entre Estado y mercado. Expresado de otro modo, el
proyecto político que subyace a ese debate no se explicita hoy por razones
sencillas de comprender.
Desde mediados de los setenta, se decía a
todos los que quisieran escuchar, sin el más mínimo pudor, que el Estado era
una institución inservible, paquidérmica, ineficaz, burocrática, al que es
necesario reducir a su mínima expresión para que no obstaculice el libre
desarrollo de las fuerzas de la economía y las finanzas. Se puede releer el
discurso de Martínez de Hoz del 2-4-1976 para una exposición clara. Se podía
sintetizar con la famosa frase: “Hay que achicar el Estado para agrandar la
Nación”. Además, con hacer un poco de memoria de las prédicas periodísticas de
los ochenta, podemos tener una imagen
clara de lo que se podía decir sin tapujos. Eran tiempos del Consenso de
Washington, que ya hemos visto, y del esplendor del neoliberalismo.
Después del estallido de la burbuja
inmobiliaria, de la profunda crisis del 2007-8, la caída de los grandes bancos en los Estados Unidos y la asistencia
del Estado y la Reserva Federal, hoy ya no se habla en voz alta de la libertad
de los mercados, puesto que esa libertad provocó este desastre.
Giulio Palermo, profesor e investigador de
Economía Política en la Universidad de Brescia (Italia), afirma en su último
libro El Mito del Mercado Global: “La
cultura del Mercado es hoy el obstáculo más grande que existe cuando se intenta
razonar de forma abierta sobre otros mundos posibles”. Tal vez por ello, el
tema se escurre silenciosamente por debajo de los discursos políticos, puesto
que no se atreven a decir en voz alta lo que defienden.
El Licenciado en Periodismo Andrea Rizzi
escribe sobre la pérdida de poder del Estado y la cada vez mayor influencia de
mercados y especuladores que padecen en Europa:
La crisis financiera
evidencia la creciente inadecuación de los poderes nacionales para gestionar
los problemas globales. Es lo que David Held[1]
denomina "la paradoja de nuestro tiempo". Superado el comunismo, el
nuevo “espectro” que planea sobre Europa son los mercados financieros; la
degeneración de la actividad especulativa; la presunta capacidad de los
especuladores para poner patas arriba a Estados miembros de la Unión Europea y
hasta el mismísimo euro.
El profesor de Economía Aplicada en la
Universidad de Barcelona, Vicenç Navarro, refiriéndose a Europa dice:
Las
políticas se desarrollan dentro de un marco teórico en el que se considera que
el mercado debe ser el que determine la distribución de los recursos,
disminuyendo el intervencionismo del Estado que dificulta el desarrollo y la
eficiencia económica. Hoy, tanto las derechas como las izquierdas comulgan con
este credo y coinciden en que el mercado debe ser el centro del quehacer
económico. Debido al enorme dominio de las derechas en los medios de
información y persuasión, esta teoría ha alcanzado la categoría de dogma y como
tal se reproduce a base de fe, en lugar de partir de evidencia científica,
puesto que esta última demuestra claramente que este marco teórico no define la
realidad existente hoy en la actividad económica que nos rodea.
El investigador y profesor Licenciado Julio C.
Gambina, presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y
Políticas-FISYP, ofrece una aclaración importante:
No existe la ecuación Estado
versus Mercado que se quiere hacer ver. En ambos casos interviene el Estado, y
lo que debe discutirse es quién se beneficia en cada caso. El Estado y el
mercado son relaciones sociales, que expresan contradicciones y disputas. Lo
interesante es considerar quién ejerce la hegemonía en el Estado y quién se
beneficia con las decisiones asumidas por el Estado.
Después de haber experimentado las
consecuencias de la crisis financiera por falta de control estatal, de hacernos
cargo de las cifras ya analizadas, por el libre
juego del mercado, que siempre beneficia a los poderosos, debemos saber que
es eso, precisamente, lo que se oculta: la
libertad favorece al más fuerte, como ya quedó demostrado.
[1] Sociólogo
británico (1959), especialista en teoría política y relaciones internacionales.
Profesor de Política y Sociología de la Open University, y catedrático de
Ciencia Política en la cátedra Graham
Wallas de Ciencias Políticas en la London School of Economics (LSE).
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