Me resulta muy
interesante seguir la línea de sus investigaciones y las conclusiones a las que
llega. Además, es un buen ejemplo en el que podemos encontrar cómo el modo de
plantear el problema lo va acorralando hasta llegar a un punto en el cual
encuentra con lo que en realidad debía saber desde el comienzo. Tal vez pueda
sorprender lo que estoy aseverando, por ello presento la siguiente lectura de
su pensamiento:
Leí a Bentham durante mis
estudios de grado y me pareció desde entonces obvio que las mejores sociedades
son aquellas en las cuales la mayor cantidad de gente posible es más feliz y
que, por ende, las políticas públicas deberían estar diseñadas para lograrlo.
Estudié economía porque creo que es la única disciplina que piensa en
términos de los beneficios que pueden obtenerse si uno hace una cosa en vez
de otra, pero siempre me pareció muy limitada la visión que ofrecía respecto de
qué hace a la gente feliz. Sin embargo, recién en estos últimos años, cuando
tomé contacto con los avances en la neurología, todo me cerró, porque ahora se
encontró el área del cerebro en que la gente experimenta la felicidad, y el
concepto de electromagnetismo de esas zonas está directamente relacionado
con lo que la gente dice respecto de sentirse o no feliz. Por fin podemos
pensar en la felicidad como un fenómeno objetivo y estudiarlo en términos de
políticas públicas. (subrayado RVL)
Detengámonos en los
subrayados que propongo: está investigando la felicidad de la gente dentro de
la ciencia económica, siendo ésta la ciencia que se especializa en los modos de
lograr el mayor lucro posible para el capital invertido. Es la única disciplina que piensa en términos
de beneficios, pero no dice qué se entiende por beneficios, lo cual deja en suspenso un tema que no cuestiona. Por
lo que conserva el sentido burgués: beneficio=más
dinero.
Su gran hallazgo es
la neurología que le suministra el saber en qué parte del cerebro se aloja la sensación de felicidad. Pero la
sensación es la recepción de un estímulo exterior; según el diccionario de la
Academia: «Impresión que las cosas producen por medio de los sentidos». Con lo
cual, al parecer, se cierra el circuito de su razonamiento: el cerebro se
excita ante una sensación satisfactoria producida por un aumento en la cantidad
de dinero recibido. ¡Albricias! ¿Es necesario hacer una investigación
científica para descubrir en el marco de la sociedad burguesa lo que cualquier ciudadano de a pie le hubiera respondido
a nuestro investigador?
Sin embargo, como
él mismo afirma según sus investigaciones
empíricas, cuando la distribución del dinero supera el límite de las
necesidades básicas y se empieza a igualar el nivel de ingresos, agregar más
dinero no va acompañado por un aumento de la satisfacción (sugiero volver a
leer la cita de la nota anterior). Entonces lo que satisface es la diferencia
en más respecto de un otro ¿esto es la felicidad? En todo caso es la que ofrece
la cultura competitiva individualista burguesa.
Tal vez, unos datos biográficos nos permitan comprender mejor cómo y por
qué Richard Layard piensa de este modo. Nuestro investigador es en realidad Peter
Richard Grenville Layard - Baron Layard, de Highgate en el distrito londinense
de Haringey, miembro de la Cámara de los Lores del Reino Unido. ¿Qué nos dice
esto? En mi opinión, sometiéndome al riesgo de la crítica de los buenos
lectores, diré: piensa desde su cómoda aristocracia y su necesaria distancia de clase respecto de las conductas del
ciudadano burgués, desde donde investiga y saca conclusiones: el valor superior que ofrece la felicidad es
el dinero.
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